En un mundo aparentemente diseñado para el sexo masculino ha sido difícil- pero no imposible, ser mujer pues por siglos hemos sido ultrajadas, han intentado “inferiorizarnos” y rechazarnos, como en la Grecia de Platón y Aristóteles, donde ser mujer no era, desde luego, algo deseable. Teníamos el mismo estatus social que los esclavos, es decir, que tampoco teníamos derechos cívicos (por lo menos escritos, el papel aguanta todo hasta una constitución que adorna un país como el nuestro), ni participación política (ahora somos ignoradas por igual que los hombres pobres); hemos sido relegadas simplemente a las tareas domésticas y al cuidado de los hijos, asumiéndolas como responsabilidades fundamentales de las mujeres. Pero lo anterior ha reducido nuestro campo de acción en la sociedad capitalista, a una cocina o a una casa… esas tareas son importantes pero no es buena educación para nuestros hermanos, primos o hijos ver a su madre o hermana esclavizada porque es un círculo vicioso.
Esas tareas no pueden ser todo en nosotras, porque muchas veces se desconocer la mayoría de cualidades y fortalezas que poseemos, otras veces las minimizan con la idea estúpida del “sexo débil” que se configura como un arma para dividirnos a las mujeres y a los hombres.
¿Sexo débil? ¿Acaso dar a luz es algo fácil? ¿Acaso sacar adelante hijos –muchas veces sin los padres- es fácil? ¿Acaso en la historia nacional y mundial no han dejado sus huellas muchas mujeres que lucharon? ¡No es fácil ni siquiera mantener en orden una casa! ¡Así que a nosotras no nos vengan con cuentos chinos! Pero no siendo suficiente nos “clasifican” en buenas o malas mujeres, en juiciosas y casquivanas, mojigatas o libertinas, dependiendo de cómo quieren que pensemos y actuemos. Sin embargo esa retahíla de estupideces que se han tejido alrededor de lo que “socialmente debemos ser” las mujeres, somos amor, tranquilidad, ¡verraquera! Alegría, fortaleza, esperanza; además poseemos una sensibilidad inagotable, tal vez por aquel instinto maternal con el que nacemos y que se despierta en determinados momentos, por ello tenemos una conexión especial con las demás personas. ¡Ah! Y como buen complemento tenemos la habilidad especial de “usar” en el momento indicado aquellos encantos naturales y de adaptarnos perfectamente a cualquier situación; por eso y muchísimo más no podemos ser vistas solamente como abnegadas amas de casa.
En cada proceso emancipador la mujer ha estado presente; así nos lo ha demostrado la historia. En la revolución mexicana de 1910, las mujeres tomaron partido frente al machismo imperante en una sociedad como esa, en la que aún hoy todavía hay expresiones de esa “manera de ver el mundo”. Por otro lado, en la Isla, Cuba; primer territorio libre de América, las mujeres representaron un gran papel, que al final, evidenció un avance en la emancipación femenina, y de ahí que se pueda hablar de una “revolución dentro de la revolución”, como el mismo Fidel la definiera en su día. En Nicaragua, las mujeres participaron en la lucha contra Somoza durante la revolución Sandinista, al interior de aquel ejército era una tradición la participación de la mujer, inclusive esa participación fue mayoritaria por parte de las mujeres. En el viejo continente, en aquel Mayo del 68 —para citar otro ejemplo— las mujeres participaron activamente reclamando sus derechos de igualdad frente a los hombres. De este modo, se ha logrado obtener conquistas pero el problema radica en que no se han valorado lo suficiente, ni siquiera por nosotras mismas pues hemos dejado en el olvido nuestras propias hazañas; así pasamos de esclavas a princesitas, a ser objeto decorativo de esta sociedad, a ser unas “consumidoras compulsivas” de moda, cosméticos, gimnasios…
¡Entonces no somos tan pendejas y tan decorativas como piensan! Hemos dejado huella en la historia por guerreras, verracas, “paradas”. Hemos soñado, al igual que hombres, un mundo, un país y una sociedad mejor, incluyente, justa, igualitaria y realmente democrática, sin importar lo desacreditada que esté esa palabra, porque nosotros sí sabemos que la democracia es más que un voto. La democracia es que a todos nos toque un pedacito de mundo, que los niños no se mueran de hambre, educación, salud y trabajo para todos… y no esa desigualdad tan grande…
Es así como en Colombia hubo (y hay) mujeres que cambiaron la cocina por la montaña, y la plancha por el fusil, como en el caso de las compañeras del Movimiento 19 de Abril (M-19), donde desempeñaron un papel fundamental en la formación y consolidación de esa organización guerrillera. Inicialmente ellas tenían el tiempo para su vida “normal” en la casa y para hacer la revolución, pero con el crecimiento de la organización se requirió de más tiempo y compromiso, se vieron enfrentadas entre lo que socialmente se espera de una mujer y su convicción por cambiar las cosas. Desde luego se decidieron por la segunda, tomaron como prioridad la búsqueda incansable de la transformación de esta patria, que necesita cambios sustanciales… lo hicieron al lado de sus compañeros.
El M-19 como organización político-militar a diferencia de otras organizaciones abrió la puerta a la participación femenina en los cargos de dirección, aunque no fue del todo fácil porque no faltó (y falta) el compañero machista, que tiene aún ese pensamiento anquilosado, ese que no se deja mandar de una mujer… pero ellas se llenaban de paciencia, carácter y disciplina y con el ejemplo de su lucha fueron recibiendo el respeto que merecían.
Fue así como en la historia de Eme y aún en la memoria del país viven: La Chiqui, es mujer que no superaba los 1.60 cms y con una voluntad inquebrantable, una capacidad especial para comunicarse con la gente, poner a orinarse del susto a los negociadores del gobierno en la toma de la Embajada Dominicana; una maestra que padecía una molestia en su columna que representaba una dificultad para su vida en la lucha guerrillera, pero que no se rindió ni se limitó, todo por el amor y la pasión que sentía por el cambio para los niños que tanto amaba. Y fue así, pensando en los niños y luchando por ellos como murió.
María Eugenia Vásquez, “la negra”, una mujer irreverente, que durante toda su vida transgredió las normas social y culturalmente establecidas como ella misma lo dijera: “las mujeres guerrilleras rompimos algunos mitos frente al amor eterno, la fuerza, el matrimonio, la maternidad, la sexualidad…” pero no lo hacía por moda, sino porque en ese momento estaba convencida del cambio y de llegar a “ser poder”, premisa del Eme.
“Nohora” una mujer que se rompió el alma al interior del Palacio de Justicia para evitar el ascenso del Ejército y la policía al lugar donde permanecían los trabajadores, los magistrados y sus compañeros de operativo.
¡Doña Clementina Cayón!, ¡Clementina la brava! ¡La mujer de la matriz de oro! La madre del Flaco Bateman, que le transmitió el sabor, la alegría, la imaginación, la pasión y un enorme corazón. Cómplice incondicional de su hijo “Si el Flaco es guerrillero, pues todos los guerrilleros son buenos…” decía. Una mujer verraquísima que a diferencia de otras madres, de otros compañeros, se sentía orgullosa de su Flaco y lo protegía con la “Cadena de los Afectos”, que finalmente acompañó al Eme y lo convirtió en una familia inmensa.
Susana, Violeta, Marta, Claudia, Ana María, Mercedes, Irma… y muchas otras mujeres “Eme”, desconocidas para la opinión pública, pero que existieron y cumplieron con tareas fundamentales para el país. De este modo, las guerrilleras del M-19 eran mujeres de carne y hueso, que reían, lloraban, con desamores, amores, tristezas, alegrías, inseguridades, miedos, valentía… mujeres que renunciaron a su propia vida, a sus sueños individuales y comenzaron a escribir una historia para Colombia, para el colectivo, sin olvidar su papel, su feminidad que hacía temblar a los militares, mujeres que resistieron la tortura y soportaron la cárcel, y al mismo tiempo seguían construyendo al Eme y volvieron el dolor fuerza y convirtieron la cárcel en otro frente de lucha.
Compañeras que dejaron sus madres, padres, herman@s, amig@s, hij@s, para ir a cambiar el país, labrar un camino por el cual pudieran andar todos los “nadie” de este país, un camino hacia la libertad, donde las personas se hicieran conscientes de su responsabilidad histórica, lo hicieran con pasión y volvieran realidad en sueño.
Por todo lo anterior es necesario que quienes estamos conscientes del enorme papel que desempeñamos las mujeres en una organización, valoremos, aplaudamos y promovamos esos valores con los que las compañeras del Eme llevaron a cabo mil y un acciones. Desde luego no pretendemos ser iguales a ellas, es un tanto difícil pues el contexto social, político, económico y cultural es diferente, no mejor, diferente solamente. Porque la pobreza, la miseria, el desempleo, el hambre, la injusticia, la desigualdad son más fuertes, son más grandes como los centros comerciales de la oligarquía. Ahora contamos con un gobierno conformado por paramilitares, la represión ha aumentado y aumentará, porque la oligarquía no permitirá que les quiten nada por las buenas, se van a defender con todo, por eso tienen a ese Ejército, por eso al DAS, por eso a sus agentes oscuros, sus espías… de ellos no esperemos más sino represión.
Somos parte de un país sin memoria, un olvido autoprovocado, porque muchas veces el país prefiere hacerse el de la vista gorda y repite lo que dicen la Gurisatti y sus secuaces. ¿Por qué ir a mirar los errores del Presidente Chávez? ¿Por qué presentar en la “tele” a los niños de Venezuela pidiendo agua? ¿Acaso en Colombia no pasa lo mismo y ¡peor!? Miremos primero para adentro de este país, resolvamos los problemas de nuestra nación y después critiquemos…
Por último creemos que es muy importante rescatar algunas características de esas compañeras; el amor inagotable a “la causa”, la alegría, la festividad, la berraquera, la sensibilidad, las ganas de seguir aún con tantas dificultades, la solidaridad, el apoyo entre nosotras mismas y nuestros compañeros, que son parte fundamental de todo proceso; porque la lucha continúa y las cosas quedaron inconclusas…porque tenemos una responsabilidad que cumplir con Colombia y para eso nos preparamos…
Esas tareas no pueden ser todo en nosotras, porque muchas veces se desconocer la mayoría de cualidades y fortalezas que poseemos, otras veces las minimizan con la idea estúpida del “sexo débil” que se configura como un arma para dividirnos a las mujeres y a los hombres.
¿Sexo débil? ¿Acaso dar a luz es algo fácil? ¿Acaso sacar adelante hijos –muchas veces sin los padres- es fácil? ¿Acaso en la historia nacional y mundial no han dejado sus huellas muchas mujeres que lucharon? ¡No es fácil ni siquiera mantener en orden una casa! ¡Así que a nosotras no nos vengan con cuentos chinos! Pero no siendo suficiente nos “clasifican” en buenas o malas mujeres, en juiciosas y casquivanas, mojigatas o libertinas, dependiendo de cómo quieren que pensemos y actuemos. Sin embargo esa retahíla de estupideces que se han tejido alrededor de lo que “socialmente debemos ser” las mujeres, somos amor, tranquilidad, ¡verraquera! Alegría, fortaleza, esperanza; además poseemos una sensibilidad inagotable, tal vez por aquel instinto maternal con el que nacemos y que se despierta en determinados momentos, por ello tenemos una conexión especial con las demás personas. ¡Ah! Y como buen complemento tenemos la habilidad especial de “usar” en el momento indicado aquellos encantos naturales y de adaptarnos perfectamente a cualquier situación; por eso y muchísimo más no podemos ser vistas solamente como abnegadas amas de casa.
En cada proceso emancipador la mujer ha estado presente; así nos lo ha demostrado la historia. En la revolución mexicana de 1910, las mujeres tomaron partido frente al machismo imperante en una sociedad como esa, en la que aún hoy todavía hay expresiones de esa “manera de ver el mundo”. Por otro lado, en la Isla, Cuba; primer territorio libre de América, las mujeres representaron un gran papel, que al final, evidenció un avance en la emancipación femenina, y de ahí que se pueda hablar de una “revolución dentro de la revolución”, como el mismo Fidel la definiera en su día. En Nicaragua, las mujeres participaron en la lucha contra Somoza durante la revolución Sandinista, al interior de aquel ejército era una tradición la participación de la mujer, inclusive esa participación fue mayoritaria por parte de las mujeres. En el viejo continente, en aquel Mayo del 68 —para citar otro ejemplo— las mujeres participaron activamente reclamando sus derechos de igualdad frente a los hombres. De este modo, se ha logrado obtener conquistas pero el problema radica en que no se han valorado lo suficiente, ni siquiera por nosotras mismas pues hemos dejado en el olvido nuestras propias hazañas; así pasamos de esclavas a princesitas, a ser objeto decorativo de esta sociedad, a ser unas “consumidoras compulsivas” de moda, cosméticos, gimnasios…
¡Entonces no somos tan pendejas y tan decorativas como piensan! Hemos dejado huella en la historia por guerreras, verracas, “paradas”. Hemos soñado, al igual que hombres, un mundo, un país y una sociedad mejor, incluyente, justa, igualitaria y realmente democrática, sin importar lo desacreditada que esté esa palabra, porque nosotros sí sabemos que la democracia es más que un voto. La democracia es que a todos nos toque un pedacito de mundo, que los niños no se mueran de hambre, educación, salud y trabajo para todos… y no esa desigualdad tan grande…
Es así como en Colombia hubo (y hay) mujeres que cambiaron la cocina por la montaña, y la plancha por el fusil, como en el caso de las compañeras del Movimiento 19 de Abril (M-19), donde desempeñaron un papel fundamental en la formación y consolidación de esa organización guerrillera. Inicialmente ellas tenían el tiempo para su vida “normal” en la casa y para hacer la revolución, pero con el crecimiento de la organización se requirió de más tiempo y compromiso, se vieron enfrentadas entre lo que socialmente se espera de una mujer y su convicción por cambiar las cosas. Desde luego se decidieron por la segunda, tomaron como prioridad la búsqueda incansable de la transformación de esta patria, que necesita cambios sustanciales… lo hicieron al lado de sus compañeros.
El M-19 como organización político-militar a diferencia de otras organizaciones abrió la puerta a la participación femenina en los cargos de dirección, aunque no fue del todo fácil porque no faltó (y falta) el compañero machista, que tiene aún ese pensamiento anquilosado, ese que no se deja mandar de una mujer… pero ellas se llenaban de paciencia, carácter y disciplina y con el ejemplo de su lucha fueron recibiendo el respeto que merecían.
Fue así como en la historia de Eme y aún en la memoria del país viven: La Chiqui, es mujer que no superaba los 1.60 cms y con una voluntad inquebrantable, una capacidad especial para comunicarse con la gente, poner a orinarse del susto a los negociadores del gobierno en la toma de la Embajada Dominicana; una maestra que padecía una molestia en su columna que representaba una dificultad para su vida en la lucha guerrillera, pero que no se rindió ni se limitó, todo por el amor y la pasión que sentía por el cambio para los niños que tanto amaba. Y fue así, pensando en los niños y luchando por ellos como murió.
María Eugenia Vásquez, “la negra”, una mujer irreverente, que durante toda su vida transgredió las normas social y culturalmente establecidas como ella misma lo dijera: “las mujeres guerrilleras rompimos algunos mitos frente al amor eterno, la fuerza, el matrimonio, la maternidad, la sexualidad…” pero no lo hacía por moda, sino porque en ese momento estaba convencida del cambio y de llegar a “ser poder”, premisa del Eme.
“Nohora” una mujer que se rompió el alma al interior del Palacio de Justicia para evitar el ascenso del Ejército y la policía al lugar donde permanecían los trabajadores, los magistrados y sus compañeros de operativo.
¡Doña Clementina Cayón!, ¡Clementina la brava! ¡La mujer de la matriz de oro! La madre del Flaco Bateman, que le transmitió el sabor, la alegría, la imaginación, la pasión y un enorme corazón. Cómplice incondicional de su hijo “Si el Flaco es guerrillero, pues todos los guerrilleros son buenos…” decía. Una mujer verraquísima que a diferencia de otras madres, de otros compañeros, se sentía orgullosa de su Flaco y lo protegía con la “Cadena de los Afectos”, que finalmente acompañó al Eme y lo convirtió en una familia inmensa.
Susana, Violeta, Marta, Claudia, Ana María, Mercedes, Irma… y muchas otras mujeres “Eme”, desconocidas para la opinión pública, pero que existieron y cumplieron con tareas fundamentales para el país. De este modo, las guerrilleras del M-19 eran mujeres de carne y hueso, que reían, lloraban, con desamores, amores, tristezas, alegrías, inseguridades, miedos, valentía… mujeres que renunciaron a su propia vida, a sus sueños individuales y comenzaron a escribir una historia para Colombia, para el colectivo, sin olvidar su papel, su feminidad que hacía temblar a los militares, mujeres que resistieron la tortura y soportaron la cárcel, y al mismo tiempo seguían construyendo al Eme y volvieron el dolor fuerza y convirtieron la cárcel en otro frente de lucha.
Compañeras que dejaron sus madres, padres, herman@s, amig@s, hij@s, para ir a cambiar el país, labrar un camino por el cual pudieran andar todos los “nadie” de este país, un camino hacia la libertad, donde las personas se hicieran conscientes de su responsabilidad histórica, lo hicieran con pasión y volvieran realidad en sueño.
Por todo lo anterior es necesario que quienes estamos conscientes del enorme papel que desempeñamos las mujeres en una organización, valoremos, aplaudamos y promovamos esos valores con los que las compañeras del Eme llevaron a cabo mil y un acciones. Desde luego no pretendemos ser iguales a ellas, es un tanto difícil pues el contexto social, político, económico y cultural es diferente, no mejor, diferente solamente. Porque la pobreza, la miseria, el desempleo, el hambre, la injusticia, la desigualdad son más fuertes, son más grandes como los centros comerciales de la oligarquía. Ahora contamos con un gobierno conformado por paramilitares, la represión ha aumentado y aumentará, porque la oligarquía no permitirá que les quiten nada por las buenas, se van a defender con todo, por eso tienen a ese Ejército, por eso al DAS, por eso a sus agentes oscuros, sus espías… de ellos no esperemos más sino represión.
Somos parte de un país sin memoria, un olvido autoprovocado, porque muchas veces el país prefiere hacerse el de la vista gorda y repite lo que dicen la Gurisatti y sus secuaces. ¿Por qué ir a mirar los errores del Presidente Chávez? ¿Por qué presentar en la “tele” a los niños de Venezuela pidiendo agua? ¿Acaso en Colombia no pasa lo mismo y ¡peor!? Miremos primero para adentro de este país, resolvamos los problemas de nuestra nación y después critiquemos…
Por último creemos que es muy importante rescatar algunas características de esas compañeras; el amor inagotable a “la causa”, la alegría, la festividad, la berraquera, la sensibilidad, las ganas de seguir aún con tantas dificultades, la solidaridad, el apoyo entre nosotras mismas y nuestros compañeros, que son parte fundamental de todo proceso; porque la lucha continúa y las cosas quedaron inconclusas…porque tenemos una responsabilidad que cumplir con Colombia y para eso nos preparamos…
¡Comandante Bateman! ¡CUMPLIREMOS!
Escrito de las mujeres Batemanianas por el día de la mujer combativa, trabajadora y revolucionaria.
2 comentarios:
la figura de la mujer no puede ser relegada a un objeto de la casa, ni mucho menos a un objeto de satisfaccion sexual, ya que aunque son amor tambien son fuego abrazador, por eso estoy de acuerdo con la lucha por la reivindicacion de los derechos de la mujer colombiana y del resto de mujeres en el mundo, por que no debe en pleno siglo XXI sobrevivir esa concepcion machista y arribista que dice que las mujeres deben ser vasallas de la sociedad, y subordinadas a sexo masculino. por eso, es impresindible no dar el brazo a torcer en esta lucha, no ceder ni un centimetro. un saludo de respeto y admiracion para todas aquellas mujeres del movimiento jaime bateman cayon que hacen parte de esta lucha, que muchas mas se unan a la causa
un abazo
Mateo
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