Han pasado más de 70 años desde que cayó el primer estudiante victima de la guerra sucia que el estado practica contra nosotros, son los mismos 70 años de perdón y olvido colectivos. El 7 de junio de 1929 cae abatido el estudiante Gonzalo Bravo Pérez, y desde allí comienza una persecución sin cuartel contra todos aquellos estudiantes que luchan por la reivindicación de sus derechos. A manos de los que hoy llaman “héroes de Colombia” veinticinco años después, el 8 de junio de 1954, cae el estudiante Uriel Gutiérrez y al siguiente día más estudiantes caen por las balas de hombres del batallón Colombia. Hace tan solo 4 años el estudiante Oscar Salas muere en el más impune de los hechos, un perdigón disparado por los ESMAD le atraviesa un ojo, mostrando así lo sanguinarios que pueden llegar a ser la fuerza pública. Lo más triste es que, si no hacemos algo YA, vamos para otros 70 años de olvido, al estilo de ‘Gabo’ en su célebre Cien años de soledad, cuando la peste del insomnio comenzó a hacerlos olvidar los nombres de las cosas, las personas y posteriormente la capacidad de hablar y, por otro lado, el olvido de la población sobre el asesinato de tres mil trabajadores que protestaban por las paupérrimas condiciones laborales en la United Fruit Company. “Seguro que fue un sueño, en macondo no ha pasado nada, ni está pasando ni pasara nunca. Este es un pueblo feliz” decían.
En este paraíso macondiano donde los medios de comunicación nos hacen creer que todo está bien -como dice Coca-Cola “estas aquí para ser feliz”- (Felices en la miseria), sufrimos algo hoy pero lo olvidamos mañana, porque vivimos en un eterno presente soñando con un futuro de “paz” (¡dejen comprar!), palabra con la cual se han llenado la boca todos los hipócritas que piensan que el ‘progreso’ de este país consiste en sembrar más pobreza entre el grueso de la población y más ganancias entre los ricos ó aniquilar todo aquello que para sus intereses no sirve, y en engañar al pueblo colombiano con base en publicidad barata, con más “reality shows”, con más “Colombia es pasión”, mientras nuestra comunidad estudiantil muere desangrada a manos de la fuerza pública; aclaro el término de “pública” en el sentido de que así es llamada por la sociedad en general, porque si hablamos tomando como base nuestro contexto, una institución que obra de acuerdo a intereses particulares y que la mayoría de sus prácticas no están contempladas por la ley, no puede ser llamada pública. Un Ejército cuyo único objetivo y cuya única función es defender la propiedad privada, los monopolios, al Patrón, a los latifundistas y explotadores, no puede ser llamado Ejército Nacional porque es el representante de unas minorías oligárquicas.
Aunque caigamos, como es posible, la lucha seguirá, a través de la pluma y el papel, de la piedra y la papa bomba, a través del análisis, de la lectura del mundo, como diría alguna vez Paulo Freire, no tenemos miedo, no debemos tenerlo. La lucha seguirá sencillamente porque ésta se inspira en las aspiraciones más nobles de justicia y libertad de un pueblo que ha vivido por más de doscientos años en la ignominia y la desesperanza. Mientras haya hambre y explotación, habrá quién se levante contra la injusticia, de una u otra manera, aquí estaremos nosotros, si se abren caminos menos dolorosos para nuestro pueblo, por esos senderos caminaremos, pero si se sigue con el exterminio, la tortura, la desaparición y la muerte, como seguramente seguirá Colombia, estaremos por el camino clandestino organizando a nuestro pueblo y buscando sus reivindicaciones a las buenas o a las malas.
En este paraíso macondiano donde los medios de comunicación nos hacen creer que todo está bien -como dice Coca-Cola “estas aquí para ser feliz”- (Felices en la miseria), sufrimos algo hoy pero lo olvidamos mañana, porque vivimos en un eterno presente soñando con un futuro de “paz” (¡dejen comprar!), palabra con la cual se han llenado la boca todos los hipócritas que piensan que el ‘progreso’ de este país consiste en sembrar más pobreza entre el grueso de la población y más ganancias entre los ricos ó aniquilar todo aquello que para sus intereses no sirve, y en engañar al pueblo colombiano con base en publicidad barata, con más “reality shows”, con más “Colombia es pasión”, mientras nuestra comunidad estudiantil muere desangrada a manos de la fuerza pública; aclaro el término de “pública” en el sentido de que así es llamada por la sociedad en general, porque si hablamos tomando como base nuestro contexto, una institución que obra de acuerdo a intereses particulares y que la mayoría de sus prácticas no están contempladas por la ley, no puede ser llamada pública. Un Ejército cuyo único objetivo y cuya única función es defender la propiedad privada, los monopolios, al Patrón, a los latifundistas y explotadores, no puede ser llamado Ejército Nacional porque es el representante de unas minorías oligárquicas.
Aunque caigamos, como es posible, la lucha seguirá, a través de la pluma y el papel, de la piedra y la papa bomba, a través del análisis, de la lectura del mundo, como diría alguna vez Paulo Freire, no tenemos miedo, no debemos tenerlo. La lucha seguirá sencillamente porque ésta se inspira en las aspiraciones más nobles de justicia y libertad de un pueblo que ha vivido por más de doscientos años en la ignominia y la desesperanza. Mientras haya hambre y explotación, habrá quién se levante contra la injusticia, de una u otra manera, aquí estaremos nosotros, si se abren caminos menos dolorosos para nuestro pueblo, por esos senderos caminaremos, pero si se sigue con el exterminio, la tortura, la desaparición y la muerte, como seguramente seguirá Colombia, estaremos por el camino clandestino organizando a nuestro pueblo y buscando sus reivindicaciones a las buenas o a las malas.
Así y todo, con nuestros muertos al hombro vamos a seguir, porque ellos nos guían en los momentos de oscuridad, nos iluminan con su fuerza esperanzadora de un país mejor para la inmensa mayoría de los colombianos. A nuestros muertos, como lo dijera Andrés Almarales, “a diferencia de la oligarquía, no los enterramos en la tierra, sino en el corazón y ahí palpitan al ritmo de la vida y las esperanzas populares”. Que sepan estos representantes de minorías explotadoras que los estudiantes nos alimentamos de sueños, esperanzas y proyectos, que los hacemos realidad con nuestro pueblo, ese mismo pueblo que recuerdan cada cuatro años a la hora de la “democracia”, pero que es ignorado cuando reclama salud, educación y trabajo; derechos que no contempla esta democracia de pacotilla. Que sepa esta oligarquía que los estudiantes colombianos lucharemos hasta conseguir justicia política, económica y social. ¡Hasta la victoria, siempre!
Escrito por Mateo. UD
Movimiento Jaime Bateman Cayón
No hay comentarios:
Publicar un comentario