Hoy como de costumbre desde hace un mes me levanté muy temprano y me arreglé. Me puse mi falda escocesa y mi blusa roja con un moño… son de buena suerte. Salí para el trabajo. El sitio es muy bonito, es grande y además entra gente muy famosa tanto de la política colombiana como de la “justicia”. Ese lugar queda en el Centro de Bogotá. Es el Palacio de Justicia, aunque de justicia tenga sólo el nombre en este país de impunidad.
Estoy haciendo un reemplazo en la Cafetería del Palacio, a la esposa de mi vecino Carlos Augusto, es una buena forma de ocupar el tiempo mientras me sale la beca para hacer un posgrado en Ciencias de la Educación en España, porque tengo el honor de ser egresada de la Universidad Pedagógica Nacional en Ciencias Sociales.
La mañana transcurrió normalmente, pero de repente escuché gritos de mujeres y hombres. ¡Viva Colombia libre! Dijeron que pertenecían al Movimiento 19 de Abril, es decir, al M-19. Ellos decían que no tenían intenciones de lastimarnos, a una mujer que nos dirigió hacia el segundo piso se le cayó un papel que titulaba: “Operación Antonio Nariño por los Derechos del hombre” y se trataba de una Demanda Pública contra el Presidente.
Estábamos en el segundo piso y vi de un momento a otro que el edificio se estaba incendiando y que las llamas fueron provocadas desde afuera por los militares. Los guerrilleros nos trasladaron al baño del tercer piso. Todo se tornó muy confuso, escuchaba mucho ruido. Sentí miedo en el ambiente, pensé en mi mamá y en mi papá, en que mi hermano me iba a recoger más tarde y todo volvería a la normalidad. Quise salir y verlos; amo a mi familia, quisiera abrazarlos.
Vi rehenes moverse. Reconocí a un señor que ha salido en la Televisión, era Alfonso Reyes Echandía, Presidente de la Corte, nuestras miradas se encontraron, sus ojos mostraban el terror y el peor de los presentimientos: sabíamos que no saldríamos con vida. A él se lo llevaron al cuarto piso. Cayeron gases, escuché explosiones al fondo de la edificación.
Vi rehenes moverse. Reconocí a un señor que ha salido en la Televisión, era Alfonso Reyes Echandía, Presidente de la Corte, nuestras miradas se encontraron, sus ojos mostraban el terror y el peor de los presentimientos: sabíamos que no saldríamos con vida. A él se lo llevaron al cuarto piso. Cayeron gases, escuché explosiones al fondo de la edificación.
“¡Compañeros, van a meter los tanques!” -dijeron los del Eme. El pánico nos invadió, el Ejército entró, creí que por fin esta pesadilla iba a terminar. Los militares avanzaron, mataron a una guerrillera que estaba herida. Vi los cuerpos de los magistrados a los que había saludado unas horas antes. Uno de los Comandantes del M-19 ordenó proteger nuestras vidas, y así lo hicieron, primero cayeron ellos que muchos de nosotros.
“Las tropas del Ejército van a sacarnos” -pensé. Nos llevaron a la puerta del Palacio. Me corté los pies al salir por la cantidad de vidrios en el suelo y un militar me llevó en sus hombros hacia la Casa del Florero. ¡Por fin estaba libre! Nos dijeron que teníamos que llenar unos formularios y nos dejaban ir. “¿En dónde estudió?”–me preguntaron. “Estudié en la Universidad Pedagógica” les contesté. “¿Qué estudió?”- Dijo el militar. “Ciencias Sociales” le dije. En ese momento su rostro cambió de expresión. Les dijo a los otros militares que yo era “especial” y me llevarían al Cantón Norte “por mi protección”.
Me subieron al Tanque. Al llegar al Cantón me dirigieron a las caballerizas. Comenzaron a tratarme mal: ¡Perra, guerrillera! Me interrogaron. Introdujeron agujas en las uñas de mis dedos. ¡Por Dios me las arrancaron! El desespero y el miedo no me dejaron hablar. Igual ¡No sabía nada! ¡No sé nada! El dolor de la tortura es tan fuerte que quise decirles lo que ellos querían escuchar, pero les juré por mi Familia que no sabía nada. ¡Quise morirme! Aunque sabía que ese momento estaba cada vez más cerca.
Escuché la voz de mi hermano preguntando en la entrada del Batallón por mí. “¡Cristina!”-gritaba desesperado. No le pude contestar porque le podían hacer daño. A mi lado estaba el Señor Andrés Almarales, del M-19, lo torturaban junto a otros guerrilleros. “¡Podrán matarnos, pero nunca doblegarnos! ¡Con el pueblo, con las armas al poder!”- gritó el jefe guerrillero. Vino alguien a interrogarme. Lo reconozco, lo he visto antes. Es el Coronel Alfonso Plazas Vega. La esperanza de salir ha vuelto. ¡Fumíguenla! Ordenó. No puedo creerlo, no voy a volver…
¡Con el Pueblo, con las armas, Al PODER!
Movimiento Jaime Bateman Cayón
Homenaje a Cristina del Pilar Guarín a 25 años de su desaparición a manos del Ejército Colombiano.
A 25 años de la Toma del Palacio de Justicia. ¡Combatiendo vamos venciendo!
5 Noviembre 2010.
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