Movimiento Jaime Bateman Cayon: Hablemos de la democracia colombiana

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miércoles, 7 de julio de 2010

Hablemos de la democracia colombiana

Los estudios del DANE nos dicen que el 78,26% de los colombianos consideran que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno. Esta tan mentada democracia de la que la oligarquía tanto se ufana; la democracia más antigua de América Latina, la democracia colombiana, es simplemente una fachada. Su pilar fundamental son los puestos públicos y su repartición en las hambrientas bocas burocráticas. Cuando hablamos de la democracia más antigua de América Latina habría que hablar en concreto de las cifras de abstención, de la eficacia del parlamento, del respeto a las libertades ciudadanas, del respeto al voto y al surgimiento y desarrollo de nuevas corrientes ideológicas en Colombia.


Hablemos del manejo del Estado Colombiano con base en promesas electorales siempre incumplidas y votos nacidos de la recomendación, la palanca o del puesto en la burocracia… partidos y mecanismos electorales, clientelistas y gamonales que nunca van a cambiar nada o simplemente dedicados a cambiar algo para que nada cambie… Hablemos de la democracia colombiana, del manejo de los puestos, de los caudillos; los López, los Lleras, los Gómez, los Santos, los Pastrana, los hijos, apoderados, padrinos o ahijados planteando las mismas cosas de hace cincuenta años, comprando los mismos votos, distribuyéndose los mismos puestos mediante el mecanismo de la clientela; planteando una democracia que sólo es visible en un circo electoral que la oligarquía llama elecciones libres; está bien votar, está bien participar, pero con la presencia indispensable de los militares y con votos clientelistas ya comprados.



Llama elecciones libres, cuando sus mismos organismos, el DANE entre ellos, indica en su estudio que el 3% de la población colombiana vota por los beneficios del certificado electoral, que el 4% no sabe por qué vota, 11% vota por costumbre, 31% vota “porque la situación del país mejore” sin mirar que los mismos que desde hace cien años controlan el país quieren ser elegidos en un juego que sólo pueden ganar ellos; porque tienen el dinero necesario para comprar votos y funcionarios, controlan todos los mecanismos estatales que administran el proceso electoral y como si fuera poco manejan a su antojo a unas Fuerzas Armadas incondicionales a los intereses oligárquicos y antipopulares. Y se dedican, a pesar de todo lo anterior, a hacer campañas electorales costosísimas, que podrían aliviar el hambre de millones y millones de personas. 19% vota para sentir que su opinión cuenta; triste papel del pueblo colombiano que sigue siendo utilizado con mecanismos conocidos pero casi infalibles: los medios de comunicación que, entre otras cosas, desorientan la opinión pública.



Hablemos de la democracia en el país y entendamos que cuando el gobierno colombiano dice que 9 millones de personas están en la línea extrema de pobreza, está diciendo que 9 millones de colombianos no pueden desayunar, almorzar y comer todos los días, que el hambre física es el horizonte de millones de compatriotas, que 20 millones de Colombianos viven en la pobreza, es decir, que cuentan con un salario de hambre, un poco más de quinientos mil pesos, para hacer mercado, pagar arriendo, educación y ropa para sus familias, mientras un sector minoritario, el 30 % de la población colombiana maneja, planifica y acumula las ganancias que le producen hambre, miseria e injusticia al resto de la población.

Esa es la oligarquía y ahí está su democracia restringida, modernizada constitucionalmente, activada por nuevos partidos aparentemente nuevos pero que en el fondo representan los mismos intereses, son las mismas caras de hace cincuenta años, sus hijos o los que, por medio del narcotráfico y causantes de la guerra sucia y del paramilitarismo, han llegado al poder. A la mafia no se le encarcela ya, porque ellos son los dueños de esas cárceles y son, además, los que dictan las leyes en el congreso de la república. Son los mismos, con las mismas.


Que le pregunten, esta vez sí de verdad, a los colombianos qué piensan de sus partidos políticos, que la oligarquía colombiana analice el por qué más del 91% de la población no está afiliada a ningún partido político y por qué el 56 % no vota ni por descuentos, ni por puestos. Hoy por hoy, es muy poco lo que representan en la vida política de Colombia los partidos políticos y las elecciones porque el voto es comprado o vendido o es voto cautivo y porque la opinión nacional, aunque no se movilice y forme nuevas corrientes de opinión por lo menos no les cree, no los acompaña y no deposita en ellos sus esperanzas. Si es tan democrática esta democracia por qué no se le permite al pueblo formarse y se le tiene 24 horas de bombardeos de información por la televisión, con novelas, noticieros u opinaderos que sólo legitiman una propuesta política y económica encaminada hacia la miseria, la explotación, la marginalización y la muerte para las mayorías nacionales.


Esto, que para nadie es nuevo, esto que nadie desconoce en Colombia, esto que es una verdad que se puede medir matemáticamente mediante los índices de abstención siempre altos, mediante el apoliticismo en el sentido de no participar o de no ser de ningún partido político, de la población colombiana es la muerte en vida de los partidos que solamente se usan cuando el campesino, el obrero, el empleado, necesitan un puesto. Y para volver a encerrar la democracia los oligarcas se inventan nuevos partidos, que no son tan nuevos, y plantean, como solución para la abstención el voto obligatorio como medida para darle un aire artificial y antidemocrático a la democracia de este país. ¡Qué gran hallazgo! Voto obligatorio, antidemocrático, pero constitucional como antidemocrática el hambre de miles de niños, pero constitucional…
Y estamos hablando y hemos hablado del Estado porque es allí, mediante mecanismos de poder, mediante constituciones, mediante códigos, mediante partidos políticos o mediante instrumentos de fuerza, es mediante ese Estado y la forma como se organiza ese Estado como se mantienen y se desarrollan diferentes intereses económicos y mediante los cuales, ese Estado se mantiene a un pueblo, a una sociedad y a diferentes sectores sociales y económicos en la incapacidad de expresarse, de cambiar o de transformarse. Y si criticamos al Estado es porque pensamos que es mediante el cambio, la transformación, la revolución, como los sectores democráticos y el pueblo podrán implementar un proyecto social y económico nuevo. El pueblo, que ha estado amordazado y cautivo por centurias, pero que no se puede quedar en silencio porque la miseria y el hambre empujan y porque la democracia de tanto repetirla las oligarquías es una esperanza para los pueblos.


Insistimos en el problema del Estado, en el problema político porque es lo que los sectores de la oligarquía nunca han querido ver, ni siquiera reconocer, ni querer cambiar… porque todos son críticos en el problema económico, dicen que el país está mal, que la recesión, que la crisis, que el Banco Mundial pide abrocharse el cinturón, pero las ganancias de los monopolios siempre son ascendientes. Todos informan, publican y hacen cifras en la miseria del pueblo, mientras los monopolios sólo piensan en ganar más del 20% sobre la explotación nacional.

El problema nacional no es sólo una crisis económica, sino un Estado que se cae en la corrupción, el clientelismo y la burocracia. Mientras ese Estado no se cambie, mientras no se haga una revolución en Colombia, las reformas económicas no serán efectivas sino que crearán una atmósfera de calma y “todo está bien”. Mientras no se transforme el Estado seguiremos viendo a una Gurisatti preocupada por la desnutrición de cincuenta presos en Cuba mientras en su país miles de personas viven en la más absoluta miseria, mueren de desnutrición y en el abandono más vergonzoso. Seguiremos viendo a un Manuel Teodoro preocupado por la falta de agua y el hambre en Venezuela, mientras los norteamericanos se llevan los recursos colombianos y nueve millones de personas viven en la indigencia en su patria. Estaremos obligados a ver a un Pirry desviando la atención nacional sobre los encapuchados de las Universidades Públicas mientras la cantidad de ejecuciones extrajudiciales aumenta desaforadamente. No le alcanza y no le pueden alcanzar sus análisis a este periodista para preguntarse por qué pelean esos estudiantes, por qué miles de jóvenes no tendrán nunca acceso a la educación y serán explotados por el resto de sus vidas. Por qué mientras siga existiendo una clase dominante como lo es la oligarquía colombiana, la miseria será el horizonte para muchos compatriotas. No se preocupan por el campesino sin tierra, analfabetas, con hambre, ni la incultura de nuestros pueblos, no se conmueven ni le importan los miles de niños famélicos que mueren en la ignominia y en la miseria en nuestros continentes explotados por los Estados Unidos. A los periodistas colombianos les preocupa Cuba, les preocupa Venezuela.

¡Vamos por el poder!


Escrito por Jaime



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