Movimiento Jaime Bateman Cayon: "Arremetida academicista"

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viernes, 28 de enero de 2011

"Arremetida academicista"

Hace una semana recibimos una noticia que nos sorprendió: se acababa en Medellín una propuesta de resistencia estudiantil llamada P.A.R., justo cuando empezábamos a cono
cernos. En su sitio web (http://par-concapucha.blogspot.com/) aún se puede leer el documento donde explican de manera pormenorizada el por qué deciden dar un paso al costado. Lo hemos leído una y otra vez tratando de comprender un texto que no relata simplemente; grita fervorosamente por el amor que le tiene a nuestro pueblo.

Dicen los compañeros en su Manifiesto que han cometido errores –algunos de ellos graves- y que no han podido corregir ciertas actitudes que paulatinamente se convirtieron en vicios. En esto nos sentimos algo más que
identificados; también cometemos errores gravísimos que, en otras circunstancias, nos costarían la vida. Desde el principio quisieron marcar la diferencia con un nuevo estilo y hoy saben que muchos de los grup
os que allí accionan a diario, los tienen como referencia. Incluso nosotros desde la distancia admiramos el trabajo realizado. También recibieron –reciben- las mismas críticas que se escuchan en los pasillos de todas las universidades públicas del país: “los capuchos no dejan estudiar”, “dicen cuándo se puede o no hacer clase”, “convierten la academia en otro campo de guerra”, como si la universidad pudiera –o debiera- ir de espaldas a una nación que a diario, en cada espacio, se debate entre la vida y la muerte. ¡Cómo quisieran los academicistas que bastara con tener la razón!

Y el más reciente de los postulados:“Los encapuchados carecen de imaginación y ayudan a criminalizar la lucha estudiantil” poniéndose en fran-
ca igualdad con los razonamientos vulgares, básicos y mentirosos de la conocida ex senadora uribista Gina Parody.Es común escuchar estos comentarios de alguna parte del estudiantado despolitizado; “educado”por Caracol y RCN. Lo que es llamativo y nuevo es que un grupo de “académicos”, algunos de ellos profesores reconocidos de la Universidad, arremetan contra nosotros, los encapuchados. En la Universidad de Antioquia es recordado el panfleto difundido por el famoso filósofo, profesor y poeta Carlos Vásquez Tamayo que, con toda su formación académica, hace los mismos razonamientos de Jota Mario Valencia pero con bellas expresiones.

Hace en su texto el profesor Vásquez Tamayo un análisis sobre la juventud y la incapacidad de imaginar y proyectar otras formas de expresión estudiantil diferentes a la capucha y al explosivo. Dice que si muchos estudiantes no se manifiestan es por culpa nuestra, nos ubica como el principal problema de la Universidad Pública Colombiana; ya no es la falta de recursos o la corrupción, tampoco la calidad de la educación ni las políticas que la deforman. Somos nosotros el problema, como si realmente dictáramos las leyes que hoy tienen a la educación colombiana moribunda y que hace que nuestros jóvenes prefieran estudiar en el exterior. Por otro lado, en Bogotá, el reconocido profesor Alejando Álvarez, que participó en la desastrosa administración de Óscar Ibarra en la Universidad Pedagógica, tuvo la valiente y desvergonzada tarea de publicar un escrito sobre el “problema de la protesta estudiantil”, no en la Pedagógica, donde lo conocen por inconsecuente, sino en la Universidad Distrital donde poco se sabe de él. ¡Qué valentía!

El profesor Álvarez también nos ubica como el problema principal. ¡Qué ironía! Él, que hizo parte de una administración que dejó un hueco financiero de más de 20 mil millones y que hoy tiene a la Pedagógica cerca de la llamada Ley de Quiebras, nos ubica como el coco de la Universidad. ¡Este sí es uno de los paladines defensores de la educación colombiana!

Muy cerca de allí, en la Pedagógica, un grupo de “intelectualoides”, instruido desde Bienestar Universitario y otras dependencias por personajes como Clara Chaparro “la arrepentida”, hace una campaña de desprestigio contra el movimiento estudiantil. “Yo acuso” titulan los carteles
que hacen mofa del lenguaje utilizado por el estudiantado y que, para sorpresa, ¡otra vez nos ubican como el problema principal!Entonces, vamos entendiendo, que no es una casualidad que en una Universidad hagan una campaña de esas dimensiones sólo para desprestigiarnos; es una política que seguramente se está propagando como virus en las demás universidades del país para, por un lado golpear la simpatía que existe dentro del estudiantado y por el otro, golpear lo más importante para un revolucionario: su moral.

Ellos piensan que nos pueden desmoralizar porque utilizan a ciertos sujetos que se formaron en la Universidad Pública, muchos de ellos que militaron en la izquierda e incluso fueron parte de algún movimiento insurgente y que “saben cómo se manejan las cosas”. Que estén seguros que con nosotros se equivocaron de estrategia.

En este momento voy a contar mi historia personal -lamento personalizar el escrito-, cómo la Universidad Pública ha marcado mi vida, cómo unos seres sin rostro me inspiraron y por qué hoy hago parte de un grupo llamado Jaime Bateman Cayón.

Ingresé a la Universidad sin haber sido parte de ningún grupo político, mucho menos de izquierda. Quería estudiar y trabajar.No conocía nada más que lo que sabe toda mi gente; las cosas están mal, pero podrían estar peor. Sin embargo quería conocer.Los grupos de trabajo abierto me parecían tan limitados en su poder de convocatoria que nunca estuvieron en mis perspectivas. Poco a poco me empecé a interesar en la política, quería cambiar el mundo y los ejemplos a seguir, por la popularidad dentro de un gran sector, eran los encapuchados.
Ese discurso apasionado de tantos, el altruismo que profesaban y que demostraban en sus actos-en este país uno no tiene más que una parcela de libertad y puede perderla en su actividad política- el interés por los desposeídos, la promesa de un mundo mejor y el convencimiento de su causa me llevaron a ver el mundo de otra manera.

La forma de apreciar y analizar la realidad ya no fueron las mismas. Caminando por las calles de mi patria vi el contraste entre quienes piden una moneda y quienes pasan en lujosos carros, entre los que no comen nada y quienes comen caviar. Los encapuchados de la Universidad me contagiaron de su pasión por la vida. Confieso que creí que la revolución era fácil y que con “tirar una piedra” bastaba. Quería cambiar el mundo, ¡ya! Fue cuando ingresé al Movimiento Jaime Bateman por afinidades políticas y por convicción.

Entonces entendí que no era tan fácil. Muchas veces me sentí frustrado porque en los barrios, a pesar del esfuerzo colosal, no podíamos cambiar mucho. También porque luego de “tirar piedra”, del Tropel, como lo llamamos familiarmente, el país en nada mejoraba. Escuché una y otra vez a quienes hoy, por estar en otros espacios, dicen que no es un trabajo serio y que finalmente no importa. Yo creo que sí importa. La gente como yo, que creo que es la mayoría, sin experiencia en la militancia política y sin conciencia de clase en un principio, reclama el derecho a luchar. Es cierto que con un “Tropel” no vamos a cambiar el mundo, eso lo tenemos claro, no somos ingenuos.

Pero también es cierto que el primer paso para encaminarse por la revolución es a través de la conciencia política y esa, así le duela a muchos, la sembraron en mí los encapuchados de la universidad pública.
Y que sin su trabajo, muchos “yo”, otros jóvenes que vienen sin presupuestos políticos, probablemente nunca tengan entre sus sueños levantarse todos los días y buscar, por todos los medios, un país esta vez sí para todos. Estos seres sin rostro, de los que ahora hago parte, hacen el trabajo más humilde; enamoran a los jóvenes de su pueblo y luego estos jóvenes harán parte de las organizaciones sociales y populares que desde otros espacios luchan por el cambio. Ojalá que los revolucionarios no sólo entendamos la importancia de nuestro trabajo cuando nadie más lo esté haciendo.

A los compañeros de P.A.R. sólo nos queda agradecerles porque fueron –son- la inspiración de muchos compañeros que hoy empiezan, de muchos que a la distancia –como nosotros- nos llenamos de fuerza con su ejemplo. Estamos seguros que nos encontraremos más adelante en un proyecto en común llamado La Nueva Colombia.

Escrito por el Movimiento Jaime Bateman

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