Junio de 1983
Gorgojitos:
Hoy, he perdido a un amigo, he perdido a mi hermano de muchos sueños y victorias. He perdido a mi jefe y comandante. Pero no estoy triste. Es mayor la fuerza de su ejemplo, su pasión por la vida y el futuro, su alegría de combatiente, que no me lo imagino muerto, sino allí no más, un poco delante de nosotros urgiéndonos a avanzar, llamando a la audacia, convocando a la rebelión contra la injusticia, a la lucha por la risa.
Él decía –dice- que la revolución es una fiesta. La fiesta de la dignidad, la voz tumultuosa de los por siempre silenciados; la presencia desbordante de los por centurias ignorados. Es la fiesta de la construcción plena, total de una nueva sociedad, donde el hombre, de verdad pueda serlo.
Estuvo dispuesto a morir, a triunfar, para que ustedes, gorgojitos míos, no tuvieran que morir, ni todos los niños de Colombia, ni Natalia, ni su hermanita.
Era el papá de Natalia, el que siempre se reía, el que desobedecía las órdenes de las mamás; el que iba al mar con ustedes. Ahora, como hace muchos años, yo voy también a trabajar para construir un mundo a la altura digna de la mirada limpia de los niños.
Algún día, mamá, les leerá esta carta, les contará de estos años, de toda la alegría compartida; de los inmensos momentos de alegría y de todo el amor que le tengo a ella, de la presencia amorosa de ustedes, de cómo hablábamos cuando ustedes eran bebés, del momento oscuro y afirmativo de la tortura, cuando el recuerdo de ustedes afianzó un compromiso adquirido por la dignidad de la humanidad.
Les contará, ella, o quizás yo mismo, de los domingos cálidos, en que sus risas soledades me quitaban y cárceles arrancaban, como cuenta el poeta Miguel Hernández.
Algún día, entenderán tanto amor que les tengo, y tan corto el tiempo. Pero hay millones de niños, con cara triste, sin escuela y sin juguetes: y es necesario y urgente que esta injusticia termine y la felicidad sea el mundo natural y social del niño.
Algún día, entenderán tanto amor que les tengo, y tan corto el tiempo. Pero hay millones de niños, con cara triste, sin escuela y sin juguetes: y es necesario y urgente que esta injusticia termine y la felicidad sea el mundo natural y social del niño.
La lealtad, la dignidad y la indignación contra la injusticia nos hacen fuertes, nos vuelven alegres y nos llenan el corazón del calor de la amistad. Hoy, esto es para ustedes, todavía, preocupaciones a distancias.
Mientras tanto; ayuden a la mamá. Quiéranse y compartan los juguetes y la risa. Los libros léanlos y ámenlos. Cuando vuelva jugaremos con los carritos, los barcos; jugaremos con el agua y nos reiremos con el juego de palabras que tanto nos gusta. Nuestros amigos y amigas, siempre estarán con ustedes, Nana y Tata, gorgojitos, Valeria y Alejandra, nos veremos siempre.
Lili, esta carta, no es escrita con afán, sino con toda la intensidad de este amor, a vos, compañera total, de lucha, de sueños compartidos, de calles caminadas. De contactos clandestinos, de cálidos momentos de hogar y dulzura, a Lili, la novia de calles, libros. A Lili, la madre soñada y adorada de nuestras hijas. A la compañera de esta pasión contra la injusticia. Te llevas mi amor y me traes tu presencia. Cómo adoro tu entrega y tu amor de tantos años.
Te adoro Lili, te adoro.
Álvaro.
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