Javier Donoso: Pasando a otro tema. El M-19 ha sido caracterizado de diversas maneras. La más común lo describe como una organización nacionalista, revolucionaria no integrada a ninguna de las grandes vertientes del movimiento popular mundial. Incluso se le ha señalado como más cercano a la socialdemocracia que al movimiento comunista, más cercano a un nacionalismo revolucionario que a lo que han sido algunos intentos de coordinación revolucionaria como la J.C.R. hace algún tiempo. ¿Cómo caracterizan ustedes, desde este punto de vista, M-19?
Jaime Bateman: El M-19 es la confluencia de muchas tendencias políticas en Colombia. Tendencias que venían desde el populismo anapista hasta organizaciones de extrema izquierda. Además, en el M-19, confluye la frustración de toda una generación, ésa que cifró sus esperanzas políticas a comienzos de la década del sesenta en el Movimiento Revolucionario Liberal, MRL, en el Frente Unido de Camilo Torres y en el auge de la ANAPO con Rojas Pinilla. También integraron la organización, en sus comienzos, militantes de una izquierda que se agotaba en polémicas estériles en torno a determinadas corrientes políticas internacionales (pro-soviéticos y pro-chinos), gente hastiada de proyectos político-militares marcados por el ideologismo y el aislamiento de las masas. Esa gente encontró en el M-19 un nuevo planteamiento que respondía más a lo coyuntural que a lo estratégico.
Políticamente, el M-19 nació vinculado a un movimiento de masas, la Alianza Nacional Popular, ANAPO, que apoyó la campaña electoral de María Eugenia Rojas de Moreno en el año 74. Desde ese momento el M-19 ha recorrido un largo proceso en el cual se ha venido configurando una organización y un programa propios, que representan una tendencia nacionalista revolucionaria inserta lógicamente dentro del proceso latinoamericano.
El nuestro es un programa orientado a establecer una democracia real, es decir un régimen político que exprese los intereses populares. Es cierto que en muchos puntos coincidimos con la socialdemocracia, pero esto no significa que estemos afiliados a esta corriente ni que el M-19 la represente en Colombia. Tú sabes que ahora la socialdemocracia es mucha gente y son muchas tendencias. Si caben comparaciones, podríamos decir que nos acercamos más al proyecto del FSLN en Nicaragua y del FDR en el Salvador.
En el campo internacional no nos vamos a inscribir en ninguna internacional mundial; concordamos y apoyamos todo movimiento que signifique independencia, liberación y lucha antiimperialista. En este sentido coincidimos con la política antiimperialista de algunos partidos de Gobierno, como el PRI en México y el PRD panameño y acogemos proyectos como el de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina, COPPPAL. Claro que por razones estatutarias, la COPPPAL no puede aceptar al M-19 mientras no tengamos representación parlamentaria pero consideramos que la COPPPAL tendría que crear instancias de participación para fuerzas políticas nacionales que concuerdan con sus objetivos, como es el caso del M-19.
En América Latina queda cada vez más claro el hecho de que las fuerzas democráticas tienen que unirse en la lucha contra el imperialismo norteamericano, independientemente de las vías que cada proceso nacional exija. La experiencia de Nicaragua y ahora de El Salvador lo demuestra. A nadie se le puede sacar de la unidad revolucionaria en estos momentos en que la política de Reagan busca consolidar el bastión imperialista en América Latina. Se necesita una respuesta muy amplia, muy profunda y de mucha seriedad, porque lo que está en juego es la historia de nuestro continente, la independencia de América Latina. Hemos madurado suficientemente para plantear la necesidad de enfrentar al imperialismo mucho más organizados, mucho más unidos. Revivir el espíritu de la Tricontinental, en estas nuevas condiciones históricas. Contamos ahora con las mejores posibilidades, porque el movimiento obrero y popular en América Latina resurge con nuevas perspectivas.
En esta situación hay ejemplos como el de Panamá. Tú puedes hablar con los panameños y los panameños no plantean la lucha armada para su propio país porque no hay esas condiciones, pero los panameños están en una posición de vanguardia en la lucha antiimperialista. Es lo que sucede con México, un país que juega un papel importante en América Latina en la lucha contra las dictaduras. La iniciativa de la COPPPAL es de México y yo creo que ésas son cosas que hay que valorar. La última visita de Fidel Castro demuestra que México está firme en su posición de defensa de la revolución cubana, en su defensa de Cuba como un país americano.
Javier Donoso: Son evidentes los intentos del Gobierno de Reagan por amarrar aún más de lo que ha estado tradicionalmente amarrado el Gobierno Colombiano a la estrategia del imperialismo en nuestro continente. ¿Por qué este hecho en las actuales circunstancias?
Jaime Bateman: En primer lugar, Colombia ha sido siempre una ficha clave para el imperialismo en términos de su ubicación estratégica, el desarrollo económico, el monto de las inversiones monopólicas y la absoluta incondicionalidad de la oligarquía Colombiana a los mandatos del Gobierno yanqui.
Esto último se ha manifestado en diversos momentos de nuestra historia pero con mayor claridad durante los Gobiernos del Frente Nacional —acordémonos de que Colombia fue uno de los promotores latinoamericanos de la Alianza para el Progreso— y, particularmente, con Turbay Ayala: el boicot a la elección de Cuba en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el rompimiento de relaciones con este país, precisamente cuando más convenía al Gobierno de Reagan; también el manejo político que le ha dado al conflicto territorial con Nicaragua, en el cual Colombia entra a instigar un conflicto con ese país que afectaría necesariamente el desarrollo de los acontecimientos en El Salvador.
Fíjate que, aunque también existe un diferendo territorial con Venezuela, el manejo político de esa situación es totalmente diferente que el dado al diferendo con Nicaragua.
Frente a la situación de Centroamérica, el Gobierno demócrata cristiano de Venezuela también aparece como un agente importante de los intereses norteamericanos. Pero nosotros consideramos que el Gobierno Colombiano les resulta más útil que el venezolano, en ese proyecto, al menos en el momento actual.
El proyecto demócrata cristiano en Venezuela ha tenido reveses serios en el plano interno, entre otras cosas porque allí las fuerzas populares tienen más peso, más poder de decisión y hay sectores populares importantes vinculados a la socialdemocracia europea, cuyo proyecto para el área se contrapone a la política belicista de Reagan. Es probable entonces que los democratacristianos no se sostengan en el poder por largo tiempo.
La oligarquía Colombiana, por su parte, no está inscrita en ninguna de las vertientes de la socialdemocracia europea o de la democracia cristiana, y tiene más opciones de permanecer en el poder, como lo indica la profundización del proyecto represivo y el fortalecimiento de la economía monopólica. Colombia no está todavía, y eso es importante, en la crisis en que puede estar Guatemala, por ejemplo, para no hablar de El Salvador. El país puede seguir mostrando una careta “democrática” que le sirve como base de legitimidad en ciertos foros internacionales.
Esto explica hechos recientes como el anuncio de exportar el modelo democrático. El Gobierno reunió a todos sus embajadores en Centroamérica y El Caribe para trazar una política respecto al área. La exportación de la democracia significa que Colombia empieza a montar todo un proyecto político-militar, porque por primera vez, el Gobierno Colombiano invierte millones de dólares para fortalecer la flota naval y el Ejército recibe aportes cada vez más grandes de los Estados Unidos: la ayuda militar que reciben ahora las Fuerzas Armadas Colombianas es de las más altas del Continente.
Javier Donoso: Viendo la importancia estratégica de Colombia en los planes imperialistas y pensando en que un posible triunfo de las fuerzas populares en Colombia significaría un cambio en la correlación de fuerzas a nivel continental, ¿ustedes creen que el imperialismo estaría dispuesto a intervenir directamente, en el caso de que la actual crisis se profundizara?
Jaime Bateman: Todos sabemos que en el actual estado de cosas el combate es difícil. Pero siempre pensamos que va a ser más difícil de lo que se ha proyectado. Colombia significaría un espacio geográfico muy complicado para una intervención imperialista. Si lo representa El Salvador —con 20.000 km2—, cómo no Colombia que tiene más de un millón de kilómetros cuadrados, cordilleras, selvas, 27 millones de habitantes... La situación es diferente a la de los países centroamericanos. De todas maneras, cualquier intervención militar, directa, masiva, de los Estados Unidos, involucra a toda América. Ahí se acabarían las fronteras y si el imperialismo se embarca en una aventura de ese tipo en Colombia, se iniciaría de Colombia para abajo todo un movimiento no sólo de expectativa sino de protesta... tendrán que pensarlo muy bien. Me parece que el imperialismo se inclina más en favor de que el Ejército Colombiano se transforme en un Ejército con una presencia más amplia —ya no un ejército contraguerrillero como es actualmente— sino un ejército capaz de asumir funciones gubernamentales. De hecho se están preparando para eso. Creo que ésta es la primera carta que utilizará el imperialismo, fortalecer al ejército Colombiano, incluso como ejército de invasión.
Javier Donoso: El M-19 ha adquirido notoriedad a partir de acciones armadas espectaculares, como fue la captura de la espada de Simón Bolívar, el robo de un arsenal con más de 5.000 armas, luego lo de la Embajada de la República Dominicana y, recientemente, el bombardeo al Palacio de Gobierno. También ha recibido una buena cantidad de golpes y prácticamente la casi totalidad de la dirección, conocida al menos, está en prisión y algunos de ellos muertos.
Sin embargo, el M-19 sigue, se mantiene, lo que demuestra que tiene respaldo que lo hace reproducirse, pero no se ve cómo el M-19 se vincula con las masas, cómo establece su trabajo de masas; no se sabe de sindicatos, de organizaciones, de federaciones o de un movimiento sindical organizado que reconozca en el M-19 su vanguardia, su conducción...
Jaime Bateman: Eso es cierto. Lo que se conoce del M-19 es lo espectacular porque hemos dado golpes certeros pero, además, porque es lo que interesa a los grandes medios de difusión. Muy pocos se preguntan sobre el trabajo gris, ese que realizan miles de personas al interior de las masas. Hay que tener en cuenta que el M-19 es una organización clandestina y siempre ha sido muy perseguida. A pesar de la notoriedad de nuestras acciones y de nuestras propuestas, sabemos que el Gobierno no va a aflojar en su intento de aniquilarnos y procura golpear cada vez más fuerte. La represión contra nuestro movimiento ha tenido cierta eficacia; sobre todo, después del operativo del Cantón Norte, el de la recuperación de las armas, cuando la mayoría de las estructuras del M-19 fueron destruidas. El 90% de los cuadros de dirección y cuadros intermedios fueron detenidos, o sea, parecía suficiente para declarar la muerte del M-19.
Sin embargo, fue en esa época cuando comprobamos que ya no éramos una guerrilla sino un movimiento político que subsistió y se reprodujo con más fuerza gracias a su inserción entre las masas. Por ello vemos la necesidad de consolidar ese proyecto político cuya acogida es innegable: que el pueblo sepa que el M-19 es una organización que representa sus intereses y que pueda tener acceso a ella. En este momento contamos con las estructuras del movimiento político y de una fuerza militar, separadas por funciones especializadas, pero integradas en un mismo proyecto. El movimiento político —aún no hablamos de partido— se desarrolla en el trabajo al interior de los sindicatos, en las zonas campesinas, en las asociaciones gremiales y en frentes propiamente políticos a través de comandos de base integrados por militantes del M-19. Los servicios de inteligencia del Estado están en constante búsqueda de esos vínculos: por eso han acusado a las principales direcciones sindicales de pertenecer al M-19. También, en muchas ocasiones, aunque no existan vínculos orgánicos, representantes populares se interesan y acogen nuestras propuestas políticas. En ese sentido, ha sido muy provechoso el trabajo realizado por nuestros compañeros en la cárcel. Podría decirse que la cárcel se ha transformado en el centro de dirección política legal del M-19.
En cuanto a la fuerza militar, sus estructuras son más amplias que las del movimiento político porque permiten una incorporación masiva de la población. De allí nuestra concepción de desarrollarla fundamentalmente en el campo donde las condiciones geográficas, políticas, sociales e históricas son más favorables para tal objetivo. Las últimas operaciones demuestran que sí es posible desarrollar un proyecto militar con las masas: que no sean éstas simples espectadores del combate político-militar.
En este terreno el trabajo de masas se da a dos niveles: el nivel de luchas reivindicativas, políticas y sociales, y el nivel del enfrentamiento militar. En el primero, se trata de impulsar instancias organizativas que aseguren el desarrollo económico, político y social de la población, que carece de los servicios básicos por el abandono estatal. En el segundo nivel se trabaja en la organización de la autodefensa, la resistencia y todo lo relacionado con la movilización de las masas. Las fuerzas militares, a nivel urbano, tienen una actividad más restringida y más compartimentada. Allí, la posibilidad de conformar grandes contingentes es muy limitada. Por ello, mantenemos la línea general de que en las ciudades se realicen acciones de hostigamiento, acciones de presencia político-militar, fundamentalmente de apoyo a las luchas concretas de las masas.
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