Movimiento Jaime Bateman Cayon: “QUEREMOS LA PAZ EN COLOMBIA, PERO ESTAMOS PREPARADOS PARA LA GUERRA” PARTE 3

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jueves, 31 de diciembre de 2009

“QUEREMOS LA PAZ EN COLOMBIA, PERO ESTAMOS PREPARADOS PARA LA GUERRA” PARTE 3

Javier Donoso: Se afirma que el M-19 implementa una especie de política coyunturalista. ¿Significa esto que el M-19 prioriza la táctica sobre la estrategia? ¿Cómo ven ustedes el proceso global de acumulación de fuerzas para la destrucción del Estado y qué características tendría ese Estado que se plantean ustedes?

Jaime Bateman: Creo que una preocupación fundamental nuestra ha sido la de responder en forma realista y efectiva a la coyuntura política nacional, abandonar los planteamientos estrategistas que se superponen a las necesidades inmediatas, reivindicativas y políticas de las masas, planteamientos que descuidan las pequeñas conquistas, esos avances que aseguran la acumulación de fuerzas para la destrucción del Estado oligárquico y la construcción de un Estado verdaderamente representativo de los intereses populares. Tal vez por ello algunos crean ver esa especie de política coyunturalista en nuestro accionar.
Si bien en lo estratégico contemplamos la constitución de un Estado democrático, popular y revolucionario, consideramos que, dada la actual correlación de fuerzas, el movimiento popular Colombiano requiere de un mayor desarrollo que garantice precisamente la consecución de ese objetivo. En este momento planteamos la necesidad fundamental de una apertura política, del control estatal a la acción de los monopolios, de medidas inmediatas tendientes a mejorar los gravísimos problemas de la inflación, la contención de salarios y la absoluta carencia de servicios públicos para las mayorías.
Históricamente se ha demostrado que la oligarquía Colombiana no hace ninguna concesión al movimiento popular, ni la más mínima, que no le sea arrancada por la fuerza. La respuesta represiva que ha dado el Gobierno de Turbay a estos tres años de demandas de garantías mínimas, de respeto a los derechos humanos, a nuestras reiteradas propuestas de paz, así lo demuestran. Eso está llevando al país a una gran crisis y a niveles de confrontación que implican un elevado costo social. De allí la importancia estratégica de agotar las posibilidades de solución pacífica a esta crisis o al menos demostrar que es la oligarquía la que impulsa la guerra, al mismo tiempo que nos preparamos para profundizar la lucha en el terreno militar.

Aquí vale retomar uno de los puntos iniciales de esta conversación: la necesidad de obtener garantías mínimas para la consolidación del movimiento político popular. Este movimiento va a tomar forma en Colombia no sólo por la acción del M-19 sino por la de todas las fuerzas políticas interesadas en un proyecto democrático. Por esto nuestro interés, nuestra convocatoria, a que se expresen todas esas fuerzas a través de un gran diálogo nacional por la paz.

Javier Donoso: Pasando a una cosa particular que está un poco considerada ya en estas preguntas pero para precisarla: en Colombia sin duda hay una situación de seria crisis política, incluso se ha rumorado la posibilidad de un golpe de Estado. En general, la población Colombiana participa poco en las elecciones; su participación, debe ser una de las más bajas en el mundo de las democracias burguesas, como que llega a un 30%. Por otra parte, la situación económica es bastante crítica, existe una economía secundaria del narcotráfico, las esmeraldas, etc. Aparentemente, sería factible provocar una crisis global del sistema. Por otro lado, en el campo popular existen largas luchas y organizaciones armadas desde la década del 40. ¿Cuál es el elemento que ha faltado, desde el punto de vista del movimiento popular, si existe este conjunto de condiciones, para no haber logrado generar una crisis que rompiera con este Estado oligárquico y represivo colombiano?



Jaime Bateman: Fundamentalmente se debe a la ausencia de una vanguardia popular con propuestas tácticas viables que favorezcan el desarrollo de un programa revolucionario. Ese hecho caracterizó a las organizaciones democráticas y revolucionarias durante 20 años pero consideramos que éstas han logrado un grado de madurez que está alterando el panorama político. Tal ausencia ha sido el producto de diversos factores, entre los que podría señalar, en primer lugar, la habilidad de la oligarquía para poner la mira donde tiene que golpear, con lo que logró frustrar el desarrollo de alternativas históricamente factibles, como el Gaitanismo, el Frente Unido, la ANAPO. Golpea a través de una violencia institucionalizada que cierra los espacios legales para la lucha popular.
En segundo lugar, fuera del Partido Comunista, las otras organizaciones de izquierda se desarrollan a partir de los años 60 lo cual incide en la falta de madurez del movimiento revolucionario en su conjunto. Ello se expresa en el sectarismo y la profunda división que caracterizaron durante casi 20 años a esas fuerzas progresistas, situación que aún influye, aunque en menor grado, en el desarrollo del movimiento popular.
En el momento actual, la asimilación de experiencias pasadas y las condiciones objetivas obligan a una mayor receptividad y, entre algunos sectores se está produciendo cierta confluencia que brinda mejores perspectivas a la unidad revolucionaria en Colombia.

Javier Donoso: Si ustedes están conscientes de esos elementos, ¿cómo los enfrentan? Entendemos que el M-19 en lo referente a la vanguardia está trabajando. Pero en cuanto a la unidad ¿cómo la plantean? Se está hablando de conversaciones, ¿cómo ven su desarrollo y qué esfuerzo real hacen para que eso avance?

Jaime Bateman: Te decía al principio, el M-19 por ser una organización donde confluyeron tantas tendencias, desde sus inicios levantó como una de sus banderas fundamentales, la unidad revolucionaria. No sólo agitábamos la unidad revolucionaria, sino en la medida en que el M-19 se fue fortaleciendo económica y militarmente, ayudó a los compañeros de otras organizaciones revolucionarias independientemente de su programa u objetivos.
Posteriormente, fuimos madurando esta actitud hasta hacer una propuesta concreta de coordinación revolucionaria, principalmente con las organizaciones armadas.
A nivel legal, hemos sido los portadores de una propuesta de unidad que englobe a todas las fuerzas democráticas, no sólo a los movimientos revolucionarios. Ello creó problemas hace un año. Hoy muy pocos discuten eso. Ahora todo el mundo está de acuerdo con que la unidad democrática en el país no pasa sólo por los movimientos revolucionarios sino también por los sectores reformistas de la burguesía.
Con respecto a las organizaciones armadas siempre hemos tenido y seguiremos teniendo la misma línea. Eso es vital para el movimiento revolucionario y es factible porque coincidimos en los planteamientos generales relacionados con la lucha contra el imperialismo y contra la oligarquía. Las últimas acciones que se realizaron han demostrado la eficacia de las acciones conjuntas. Pero lo que pasó en Caquetá hace poco no fue producto de un compromiso político sino de una coincidencia territorial: guerrillas que se encuentran en una misma zona y enfrentan conjuntamente una contraofensiva gubernamental. Acuerdos políticos no existen todavía. Pero la gente recibió con mucha alegría que el M-19 y las FARC estuvieran coordinando tareas militares.
Todavía no se produce la unidad armada, hay que decir la verdad, pero me parece que nos vamos acercando a un compromiso con las FARC y tal vez con el ELN.

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