Movimiento Jaime Bateman Cayon: Relatos de la violencia: Álvaro Fayad parte 3

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viernes, 16 de diciembre de 2011

Relatos de la violencia: Álvaro Fayad parte 3


Cuarta entrega de "Relatos de la Violencia". 


Álvaro Fayad (Parte 3)
De la lucha guerrillera


Me vinculé a la Anapo.

Al comprobar el auge de ese movimiento de masas, mucha gente de izquierda hizo lo mismo.
Al día siguiente de las elecciones presidenciales del 19 de abril de 1970, cuando le arrebataron el triunfo a la Anapo, protesté en las calles con la gente. Pero no pasó nada: el general Rojas se asustó y nosotros no teníamos armas. Sin embargo, ese día quedó en mi memoria para siempre… Yo fui quien insistió después en que nuestro movimiento se llamara así, Movimiento 19 de Abril. Algún día esa fecha,  que recuerda la derrota del pueblo colombiano, se convertirá en el símbolo del triunfo.


Por esa época me hice amigo de Pablo (Jaime Bateman). Él estaba en Bogotá, parado en una esquina del centro, en frente de un teatro donde presentaban películas dobles, de vaqueros… Hablaba desde un teléfono público. A su lado, en el suelo, había un atado mal envuelto en papel periódico, amarrado con cabuyas en desorden… Ya su cara me era conocida. Ya sabía yo que él era un costeño importante, un alto dirigente guerrillero…

Jaime Bateman Cayón
Me le acerqué. Me saludó. Me contó entonces que mataba el tiempo. Que esperaba el momento de acudir a una cita. Que el paquete que tenía a su lado estaba lleno de boletines clandestinos del Estado Mayor de las FARC. Que él los escribía. Que picaba los sténciles. Que los sacaba en mimeógrafo. Que hacía los paquetes. Que los distribuía en Bogotá…

Me dijo, además, que no tenía dónde hospedarse.
Lo invité a mi apartamento. Se sentó a escribir. Acabó todo el papel que me habían dado para que yo hiciera una revista. Textual iba a ser su nombre. La teoría revolucionaria analizada a al luz de las nuevas experiencias en Centroamérica y de Brasil iba  a ser el tema.
Pablo permaneció unos días en mi casa. Siempre estuvo hablando, hablando…

-¡Para qué escribir sobre la lucha armada si aquí se está haciendo! ¡Hay que hacerla! –repetía- Tantos libros que usted tiene… Pura carreta… ¡Los hechos, los hechos! –insistía.
Y Pablo hablaba… Con frecuencia, yo me reía al oír las cosas tan graciosas que decía.

(Cuando lo mencionan, me sonrío… Eso nos ocurre a todos los que lo conocemos. A los presos nos torturaron varias veces para que les dijéramos a los militares por qué nos sonreíamos cuando nos preguntaban por Bateman. Para saberlo, tendrían que conocerlo… Ahora recuerdo la época posterior al robo de las armas del Cantón Norte. Él permanecía horas enteras sentado en una hamaca escuchando por radio las noticas desastrosas: capturados muchos miembros del M-19, preso Iván, encontrada la mayor parte de las armas… Mientras tanto, Pablo no hacía más que cantar “La Ley del Embudo” con el radio al oído. ¿Sí sabe que él estaba empeñado en que ese vallenato fuera el himno del M-19? Al respecto hubo debates, reuniones, peleas… Pero no logró convencernos, ¡Cosa bien extraña!)

Como le decía, cuando lo conocí, Bateman me convenció en unas horas de que me fuera para el monte.
Hacía tiempo que la lucha armada me daba vueltas en la cabeza. Pero yo no creía que las FARC pudieran desarrollar la lucha de manera tal que llegaran a la toma del poder. Sin embargo, Pablo insistía en que a raíz de la Quinta Conferencia de las FARC donde su jefe, Manuel Marulanda Vélez, planteó que la guerra debía llevarse a los centros neurálgicos de la producción, las FARC iban a cambiar. Y a eso estaba dedicado Pablo. A crear grupos urbanos que desarrollaran esa nueva concepción de la lucha en el seno de las FARC.

Entonces pensé que la teoría tiene que probarse en la práctica… Y abandoné el proyecto de la revista. Y dejé picados los primeros sténciles. Y me dediqué a ayudarle a Pablo a publicar Resistencia, los boletines clandestinos del Estado Mayor.

Y me fui para las FARC.
Recuerdo esa mañana…
Hacía frío. El cielo era plomizo.
El día estaba gris. 

Tomado de: Siembra Vientos y Recogerás Tempestades. Patricia Lara.


(En unos días continuamos con un nuevo relato) 

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